Antes de que la locura del Coronavirus se desatara en marzo, todos vivíamos en una rutina acelerada sin fin. Desde la mañana al levantarnos y arreglarnos para cada quien irse a sus diferentes obligaciones, hasta la noche, cuando caíamos rendidos en la cama sin poder disfrutar mucho tiempo juntos en pareja o en familia.
Con la llegada de este virus aterrorizador, las cosas de una u otra forma empezaron a cambiar. Lo que antes era nuestra rutina y lo que dábamos por sentado, dejó de serlo. Como familia de tres y con una bebé en camino, muchas cosas cambiaron. Tuvimos que adaptarnos por completo a nueva formas de vida.
Mi esposo trabaja desde casa desde hace varios años. Tiene un trabajo que lo mantiene todo el día pegado a la computadora y a múltiples llamadas por horas. Para él, el cambio más duro fue que su espacio de trabajo ahora lo tuviera que compartir conmigo, que también empecé a trabajar desde casa y con nuestro hijo de 3 años con un nivel de energía infinito.
Al principio, el choque más fuerte fue para mi esposo. Pero poco a poco fue adaptándose a tener a dos nuevos invitados a su rutina.
En mi caso, me he tomado estos meses como el regalo que el universo me ha dado. Me enfoqué en disfrutar mi casa, a mi hijo, tener a mi esposo cerca y descansar sabiendo que nos viene una nueva integrante a la familia.
La incertidumbre puede llegar a ser difícil de afrontar y genera estrés y otras emociones negativas. No sabemos si mañana tendremos trabajo o qué tan nocivo puede ser el virus en un bebé dentro del vientre. Sin embargo, en casa decidimos vivir un día a la vez y sacar lo mejor que podamos durante este tiempo.
El lado positivo
Aquí les dejo mi lista de cosas positivas que esta cuarentena me dejó. Espero que pueda ayudarlas a ver un rayito de luz al final del túnel.
- Tomarme el café en una taza sentada en mi casa, en lugar de usar un vaso térmico en el carro camino al trabajo.
- Disfrutar y conocer más a mi hijo. Poder verlo en su día a día, sentarme a jugar y hablar con él. Entenderlo, darle muchos besos y abrazos durante el día. Algo que nunca había podido hacer tan a menudo durante la semana.
- Retomar proyectos abandonados por completo como limpiar closets y donar ropa. Finalmente editar y lanzar el primer episodio de mi podcast y hasta hacer recetas pendientes de postres que quería probar.
- Tomarme el tiempo de llamar (y escribirle) a las personas que quiero, pero que nunca tengo tiempo de conectar con ellas.
- Poner en perspectiva mi vida con mi familia y evaluar las cosas que quiero dejar y las que quiero mantener.
- Conocer a las personas cercanas a mí. Tener el tiempo de conocer a mis dos vecinas y sus familias, empezar a formar una relación con ellas y saber que podemos tener una mano amiga en la puerta de al lado.
- Practicar la empatía y la solidaridad con otras personas, empezando con los más cercanos a mí: mi esposo y mi hijo.